Els estats i les nacions, en el curs de la història de la humitat -una història de dolor i de morts en reguerons-, han atiat sovint un concepte important però formidable, transcendent però letals, quan no abusives. Us parl de la noció de l'honor nacional dels estats: l'orgull enverinat de la pàtria. No diré, no, que, en determinada hora, els mandataris polítics no hagin animat l'ardor patriòtica per justa causa, tot anhelant determinades llibertats que, en bon Dret i per història, han semblat incontrovertibles, i fins amarades d'alta noblesa. Però també caldrà que convinguem que, en nom de la pàtria, massa vides humanes s'han truncat i destruït fins a haver boquejat l'última ranera. I de dignitat dels homes, no en parlem: n'han malmès a feixos i tones.

És el que, potser, degué considerar un jove universitari d'Història: Joan Benejam i Saura (1874-1896), de Ciutadella. Llavors, Espanya -la imperial en decadència postrema- vessava sang innocent d'una joventut imperita i maldestra per a les armes. Milers de barbamecs es veieren impel·lits, a la força, als fronts de Cuba, alçada en una rebel·lió esfereïdora, políticament evitable. Només els fills benestants ho podien eludir, mitjançant la injusta "redempció a metàl·lic", reservada per a economies familiars de bossa rica. Aquest escàndol contra el veritable honor a la vida humana, fou judicat amb vigorosos mots pel dit Benejam, unes setmanes abans de morir de tisi, a 22 anys: "Mañana, en uno de los vapores trasatlánticos, deben salir de Palma para Cuba los soldados sorteados de los Regimientos Regionales, entre los cuales se encuentran varios hijos de esta ciudad. Honda impresión causa ver a estos jóvenes, a penas salidos del regazo materno, acostumbrados a vivir bajo un clima benigno y rodeados de los solícitos cuidados de la familia, arrebatados de su hogar por carecer de un puñado de monedas, para ir a luchar bajo el sol ardiente de los trópicos con un enemigo pérfido, insidioso y cruel.

Ellos sufrirán allá, en aquel mundo en donde tanta sangre española se ha derramado, el pesar acerbo de la nostalgia; expondrán a cada momento sus vidas preciosísimas luchando con los rigores del clima y con el plomo insurrecto; tendrán por lecho el húmedo suelo de la manigua de donde se levantan miasmas palúdicos que envenenan el aire; apagarán su sed con un agua corrompida [...]. Estos infelices con su sangre pagan los desaciertos de muchos años de malos gobiernos, que han dejado a España pobre, sin prestigio, sin fuerzas, humillada y al borde del abismo; estos pobres soldados que van a la manigua a luchar por una patria que a penas conocen, a quienes se manda a morir en nombre de una noción falsa, falsísima del honor nacional, estos héroes ignorados cuyo nombre sólo conoce la madre que los llora, éstos son los grandes hombres que tiene España. Callen ante el pobre soldado que marcha los patriotas de la lengua o de la pluma; no turben con gritos que parecen sarcasmos la honda pena que siente el que, obligado por fatales circunstancias, abandona el suelo de su patria para ir a luchar en otro suelo por el que no siente afección ninguna.

Fácil cosa es el desear que se manden a Cuba hombres y más hombres, como si dando una patada en el suelo salieran formados los batallones [...]. Pedís soldados para Cuba, 'oh patriotas de café!, y al pedir soldados, pedís a las madres que den todo lo que tienen, que os lo sacrifiquen todo, pues todo lo sacrifica la madre que da al hijo de sus entrañas. Y en cambio, ¿qué dais vosotros? ¿Os desprendéis de vuestra hacienda en aras de la patria? ¿Vendéis los valores del Estado que poséis para entregar su producto al gobierno de la nación? ¿Acaso vuestros hijos se hallan en la manigua? Y si nada de esto hacéis, ¿con qué derecho pedís al pueblo, al pobre pueblo, que por la visto es el único que tiene el deber de ser patriota, que se sacrifique, no en aras de la patria, sino en la de vuestro propio interés? [...]". Jo som tan petit i insignificant -i tan contrari a les guerres- que sols crec en la pàtria local. No en conec d'altre d'intel·ligible.