Sovint caiem en la flaquesa intel·lectual d’explicar determinats comportaments patològics del ser humà com si talment fossin fruits verinosos de la societat de consum insolidària i tecnofílica, diríem, que ens ha tocat de viure en el tombant del segle XXI —o sigui, en la blasmada postmodernitat, quan ens trobam desarmats de doctrines noves. Pens, ara, en els sinistres i macabres afers d’individus que irrompen en alguna dependència pública i s’embriaguen a trets de pistola contra tot allò que es belluga: i millor si són éssers consemblants a l’agressor. Idò bé: exactament avui, un 13 d’octubre de 1908, ara fa cent anys justs, va passar a Maó un episodi que només de recordar-lo fa estremir, encara ara.

I açò no obstant, posa una pàtina d’enraonada "normalitat" a la conducta humana, a la d’ara mateix i a la del passat. Tot respectant la llengua periodística del diari La Voz de Menorca de Maó, vet aquí el relat transcrit a la lletra castellana en què fou publicat: "Ayer mañana [dia 13] ocurrió en las Casas Consistoriales un hecho que hubiera podido resultar de fatales consecuencias. Desde hace unos días el escribiente don Juan Bañuls Benejam, debido a que había presentado accesos de enajenación mental, no asistía a las oficinas, enviándosele el trabajo a su casa. Sin duda en una de estas crisis nerviosas concibió y ejecutó el acto de que nos ocupamos.

Serían próximamente las once de la mañana de ayer cuando, aprovechando el señor Bañuls un momento en que no había vigilancia en la puerta de las Casas Consistoriales, penetró en ellas revólver en mano. Inmediatamente, dirigióse a la Secretaría, y no hallando en ella al secretario señor Maspoch, fuése a donde se encontraban los escribientes don Lorenzo Seguí y don Juan Coll. Allí, sin decir palabra, hizo su primer disparo del que salvó por milagro el señor Seguí, por cuanto el proyectil fue a incrustarse en la pared y a un palmo de distancia del sitio en donde éste trabajaba. Acto seguido, dirigió el agresor el arma contra el señor Coll, y éste, guarecido detrás de una mesa sobre la que había una máquina de escribir sistema Yost, que quedó destrozada, esquivó el segundo disparo, y al procurar huir se oyó el tercero, sin que por fortuna ninguno hiciera blanco.

Entonces el señor Coll, viéndose perdido, revistióse de valor y, sin mirar el grave peligro que corría, se abalanzó sobre el agresor, arrojándolo al suelo y arrebatándole el arma que aún contenía tres cápsulas, pues iba cargada con seis. Por espacio de cinco minutos luchó el señor Coll con el agresor, sin que acudiera persona alguna en su auxilio, hasta que, al final, y cuando ya había logrado dominarlo, se presentaron unos transeúntes, quienes ayudaron a sujetar al señor Bañuls, hasta que llegó el inspector de policía señor Valdivielso, quien se llevó preso al agresor. Restablecida la calma, llenáronse de público las Casas Consistoriales, acudiendo el alcalde y el juez y secretario municipal, para instruir las primeras diligencias. El agresor fue puesto a disposición del señor juez de instrucción del partido".

Desconec cap a quina mena de mobbing laboral se sentia, potser, capficat el senyor Banyuls. Ara: que tingué un capteniment patològic i desequilibrat psíquicament, no cal dubtar-ho. Desenganyem-nos, però. Els criminals en massa no són espècimens exclusius de la genuïna mentalitat nord-americana; ni tampoc de la personalitat freda, polar, de l’Europa del nord, com ha provat el cas de Finlàndia de l’altre dia. No. Tampoc no reflecteix una malaltia del nostre temps actual. A Maó, fa cents, ja s’hi donà un cas. Venturosa conclusió d’exacta "normalitat" en el temps i l’espai que ens fa avinent que el ser humà és una espècie tocada pel do de posseir una intel·ligència incurable: vull dir, possessora de l’arma del pensament!