Queridos amigos, catalanes y catalanas, españoles todos. Permitidme que os confiese una cosa. Debiera de sentirme acomplejado por hallarme entre vosotros, vates y prosistas preclaros de Cataluña. Sin embargo, ocurrióme que me encuentro muy a gusto, porque es costumbre, en Quintanilla, adiestrar a los chavales en el manejo indistinto de la pluma y de la espada. Me figuro que todos vosotros habréis oído hablar de mis «10 poemas de amor y una canción desesperada». Luego, si queréis, Ana, que está puesta en el verso, os hará un comentario. Como os podéis figurar, la lectura es una de mis grandes pasiones. Incluso bajo un bombardeo no renunciaría a mi dosis de Bécquer. Se lo comenté a Bush el otro día. Mira, George, le dije, en Irak voy a leerte a nuestros clásicos. Ya sabéis: Volverán las oscuras golondrinas, etcétera, etcétera. Pero me contestó, Bush, en su español macarrónico, que baing, baing pejeritos. O sea, que no captó la lírica. Y tampoco me sorprendió. Los estadistas no siempre gozan de la preparación cultural necesaria como para paladear un verso. Ana me lo comenta. Tu caso, Josemari, me dice, no tiene parangón, pues eres blando con las espigas y duro con las espuelas. En fin, si ella lo dice algo de ello habrá, digo yo. Precisamente, os voy a decir cuál es mi preocupación actual: que el centenario del señor Verdaguer no tenga el eco popular que su figura merece. Desde luego, Yordi, no ha sabido valorarlo debidamente, porque si llega a ser de Quintanilla, bueno ¿qué voy a decirles? los chavales le honran con un encierro de vaquillas. Yo siempre tengo presentes aquellos versos bravíos de la Atlántida: con diez cañones por banda/ viento en popa a toda vela/ no corta el mar, sino vuela... ¿Qué...? ¿Qué me susurras, Piqué? Ah, que me he confundido. Serán, entonces, los versos, de San Juan de la Cruz. La poesía es un brebaje embriagador y a mí me embriaga. Por no decir que me seduce, no sea cosa que mi Ana se ponga celosa y me eche una regañina. Me seduce la lírica, sin que ello suponga que menosprecio la prosa. Hay este chaval de frente despejada, con un vago recuerdo físico a Mortadelo... ¿cómo se llama, Piqué? Pérez Reverte. Eso es: 'Pérez Reverte!, que encadena las frases como si fueran una ristra de chorizos del figón de Lepre. Además, es un jabato que sin que medie comisión se va a la guerra por Dios, por la patria y el rey. Como debe de ser, jolines. Así quiero yo a los españoles, un mucho cabezones. Y os lo digo en confianza, porque sé que me entenderéis. Me resulta vergonzante que en Cataluña se fomente el independentismo, cuando sus intelectuales han sido más españolistas que un vendedor de calcetines de Sabadell. Y os diré el porqué: si el vendedor de calcetines sabe que, en invierno, su producto tiene clientela en las tierras áridas y frías de Castilla, el intelectual catalán es consciente de que siempre han hallado la universalidad a través de España. ¿Digo nombres? Eugenio D'Ors... Piqué ¿me pasas el papel? Eso es, gracias. D'Ors, Pla, Estelrich, Moig y su hermana, la Moig, y tantos otros como éstos últimos a los que la Yeneralitat ha premiado con la Cruz de San Yordi. Por cierto, y en confianza, Piqué me ha confirmado que si forma gobierno en Cataluña, me la concederán a mi, a la cruz, por mis «10 poemas de amor y una canción desesperada». No sé si la merezco. En cualquier caso, serán ustedes, los intelectuales catalanes, quienes deberán de opinar, claro está, en total libertad y con todo rigor. Yo, por mi parte, con el asesoramiento de Josep Piqué, voy a promocionar la obra de ustedes en España. Es decir, que me comprometo a subirles a primera división. O sea, a avalarles en Madrid, porque España jamás ha sido cicatera con Cataluña, pese a las ofensas continuadas que ha recibido de los catalanes. Perdonar es de nobles, y ya me entienden. ¿Qué vosotros deberéis hacer alguna modificación en vuestra óptica literaria? Cierto. Josep, pásame el papel. Vamos a ver... Usted misma, doña Carmen Riera, tiene un libro estupendo titulado «Te dejo, amor, el mar com a penyora». Bueno, ya se lo adelanto. Dado que el libro debe ir de testamentos y en el cogollo de España no hay mar, debiera titularse algo así como «Te dejo, amor, diez hectáreas en Extremadura». Y en las páginas del interior, relacione usted las churras y las merinas, si lo considera pertinente. Pero adáptese al paisaje de nuestro pueblo que, en definitiva, es el alma de la hispanidad. Sin que ello vaya en desdoro de esta Cataluña que yo, particularmente, tanto amo. Eso sí, les pido a ustedes un esfuerzo por devolverle a Cataluña su brillantez de antaño. Atiéndanme, recupérenme la ñ. Catalunya se vulgariza si renuncia a la ñ española, y nosotros, ustedes y yo, no vamos a consentirlo. La catalanidad se fabrica en Madrid. Vénganse ustedes a Madrid, como ha hecho Josep, y entre todos vamos a articular la España de los pueblos sin pueblos. Algo así como el flan de huevo sin huevo, y ya me entienden. Algo avanzado, superior a lo conocido. ¿Qué desean volver, de tarde en tarde, a Cataluña? Claro, es lo lógico. Josep me dice: jefe ¿nos vamos hasta el Vallès a degustar un capipota? Pues no se hable más, Josep. Vamos allá. Y ahí está la Cataluña solidaria que nos recibe con los brazos abiertos. Amigos míos, amigas mías, intelectuales y españoles todos. Fijaos en lo que os voy a decir: los intelectuales son el espejo de España y España solo es de Dios. Os espero en Moncloa. Ahora me voy a Mallorca para reunirme con vuestros colegas, los escritores baleares, genuinos herederos de Raimundo Lulio. Afortunadamente, allí, a diferencia de aquí, no van a servirme dos platos y postre, que atentan contra mi cintura de novillero. Allí sólo se servirán unas aceitunas y un vino con sifón. En confianza os lo digo: podríamos dar unos pinchos. Pero Jaime me ha dicho que ya vale. Pues vale.
Paraules d'Aznar als intel·lectuals catalans
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