Fíjate en lo de Carter, Ana, para que luego uno se fíe de los suecos. George y yo nos disponemos a defender la paz a bayoneta calada, y conceden el Nobel a un vendedor de cacahuetes. Y no se lo dan a Garzón, que ésa es otra. Ya verás el problemilla que nos crea si en dos días no le marcamos nuevos deberes. Entiéndeme, Garzón es como Yordi. Ni al uno ni al otro los quiero en la retaguardia, si yo tengo que estar en primera fila. Aunque por distintos motivos. Yordi, ya me entiendes, se me viene a Moncloa con la lista de la compra, y si yo me hago el rácano "'como debe de ser, Ana, como debe de ser!", se me pone de morros, refunfuña en solitario por el jardín y se va sin dar las buenas noches. Luego me voy al naranjel a por mandarinas y sólo hallo la mondaduras. En cambio, Garzón es otra cosa. Garzón es un español puro. Se fija metas ignotas y se va hacia ellas como el AVE de Madrid a Sevilla: recto, rápido y sin detenerse. El Nobel era su Sevilla, con que ya me dirás, si no ha llegado, en qué vía muerta lo coloca ahora Rajoy. A los gigantes, Ana, como yo o George, nos salen enanos por todas partes. Sobre todo a mí, que últimamente, mal me está el decirlo, he crecido en prestigio a lo largo y a lo ancho. Me falta el puro para ser un Churchill, pero el puro, Ana, actualmente hace castrista. Volviendo a lo que te decía. Sin ir más lejos, el sábado pasado me salieron enanos en Barcelona. Toma nota. Unos chavales, majos de corazón, tienen que ser protegidos, por las fuerzas del orden, de la furia de unos rojos separatistas. Y a todo esto, Yordi sin pronunciarse a favor de la Pilarica. Ya le he enviado un mensaje a Yordi. Ojito, le he dicho, no te me hagas el sueco ante los desmanes callejeros que para suecos estoy yo. Estos días he hablado conmigo mismo, Ana. Y he llegado a la conclusión de que hay que saber escuchar los avisos de la historia. Al menos para ser más sabios. La homilía del obispado español en contra del bikini... ¿De cuándo es esto? De cuando nuestros respectivos papás cortejaban, Ana. Más o menos por el segundo decenio del caudillaje de don Francisco. En la homilía se nos advertía del peligro de las suecas. ¿Que no decía nada de los suecos? Ni falta que hacía. Por Dios, Ana, en España no había maricones. Y si uno abría el armario se llevaba un perfumón a ropa limpia y a romero. Nada más. ¿Entiendes? Ojo avizor con los suecos, Ana. Vamos a decírselo a Pilarita del Castillo: hay que educar a la juventud en una firme y sana desconfianza. Y a Rajoy, que se lo diré. Quiero una juventud en guardia perenne y en lo alto, las estrellas. Se lo he comentado a George y no ha entendido la mística de las estrellas. Debí de imaginármelo. Estos yanquis no tienen otra mística que no sea la de comerse el pavo asado el Día de Acción de Gracias. Sí, sí, me dice George, tus vigilantes mirando las estrellas y el gato se les cuela por una rendija en casa de Arriola. Hombre, George, le hubiera podido decir, no simplifiques la conjura internacional, que tus boys confundieron los aviones con mosquitos y ahí tienes las Torres Gemelas reducidas a serrín. Te lo confieso, Ana, en casa de Pedro guardaba mis mejores poemas. Y eso me duele. Aunque, claro, van a salir en alguna antología de las mejores poesías del mundo y, entonces, le echamos el guante al del plagio. Eran unos poemas con sabor. Ya sabes, los que había titulado «10 poemas de amor y una canción desesperada». ¿Que cómo dice la canción desesperada? Por Dios, Ana, tienes un desmemorión injustificable. Recuerda: «Quintanilla, Quintanilla/ patria de mi universo/ corazón de mi Castilla./ Quien te toma de pacotilla/ no es español, es perverso». Mira, por el mero hecho de recitártelo se me ha puesto la piel de gallina. Y ahora no te me emociones, tú, por favor, que hemos de tener el espíritu templado y la cabeza fría. Me preocupa el cachondeo de Barcelona. Que si nuestra banderita es más larga que la vuestra, que si vosotros fascistas sois los terroristas. Espero que no me falle Yordi. Se lo he dicho. Yordi, le he dicho, mételes un multazo a los alborotadores callejeros si no quieres que mañana te resuciten a la FAI. La historia es sabia, escúchala como yo la escucho. Por esto mismo, porque la escucho, te adelanto que estos chavales que hoy abuchean la democracia son unos idealistas condenados a ser los estadistas del mañana. De joven, se rezuma idealismo, pero con el paso de los años uno se cuaja. Fíjate en mí, Ana. Yo me opuse públicamente a la reinstauración democrática por fidelidad a la tradición. En cambio, ahora gobierno en democracia sin que se me caigan los anillos. Ya lo sé, Ana: con Yordi en el poder no hay problema catalán. Por eso me limito a regañarle, en vez de bombardear Barcelona. Quien me quita el sueño es Garzón, porque si los suecos le han apartado la escalera para encaramarse a su estrellita, deberá cifrar sus ambiciones en otro lucero. Igual le da por sustituirme, ya ves. Y eso no: que a mi sustituto le elijo yo, si se dan las condiciones idóneas para elegirlo y si el tiempo no lo impide, etcétera, etcétera. Conque a Garzón habrá que buscarle una salida honrosa. Mariano podría encariñarle con el cierre de los locales de la Izquierda Republicana, pero Yordi igual se me radicaliza y me desembarca con cuatro escobas y una pala en Prat de Montllor. Nada, con Yordi no se juega. Voy a ver si los curillas me echan un cable. Vamos a hacer un canje. Les doy cancha abierta para que me cristianicen la cabrera de Perejil, a cambio de que me suban a Garzón a los altares. Han de pujar por él, en Roma, mañana mismo. Atendiendo a las fechas en que nos hallamos, pueden llamarle San Baltasar Garzón de Todos los Santos. ¿Qué dices, Ana? ¿Que para agilizar los trámites podemos comprometernos a ponerle su nombre al primogénito de nuestra Nenona? En este caso, mi heredero sería Baltasar Garzón de Todos los Santos de Agag y de Aznar. Hombre, seamos serios, Ana. Es más largo que el tren que viene de Francia y mi linaje ocupa el furgón de las ovejas. Para esto no hemos ganado una guerra. ¿Que contra quién la hemos ganado? 'Y qué más da! Ana, hoy no andas fina. Las derechas siempre estamos yendo y viniendo del campo de batalla. Es nuestro sino.
Josemari i Ana (cròniques familiars)
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