Ana, cariño ¿ya has colocado los libros en la maleta? Déjala abierta, que los periodistas puedan saciar su curiosidad. Que si el presidente lee, que si el presidente no lee... Jolín: el presidente ha leído lo que tenía que leer para ser presidente y punto. A ver ¿qué has puesto? ¿Las memorias de Churchill? De acuerdo. Lo inglés prestigia. Aunque lo de Gibraltar, Ana, me pone de un mal café que no veas. No puedo evitarlo, lo español me puede más que el intelecto. Te lo digo yo, Ana, que me conozco. Mira, a la vuelta de Mahón... ¿Qué dices? ¿Qué no vamos a Mahón? Luego, ¿a dónde vamos? ¿A un villorio menorquín? Bueno, Menorca, la moda adlib, Matas, la Catalineta, mi compañero Matutes y la Trasmediterránea, todo es lo mismo. O sea, las islas adyacentes, que así lo aprendí en los estudios de Grado Elemental. Lo que te decía, Ana. A este libro de Churchill no le quites el celofán y, después de las vacaciones, Anita se lo podrá llevar a su casa. Ya sabes, la cultura no ocupa lugar y, además, su Alejandro se nos ha destapado como un todo terreno de la política y de las finanzas y precisará de una sólida cultura general. Hay que ver, este chico, el estirón que ha dado en unos meses. Que se nos lo disputan, te lo digo yo, Ana. Que si para dirigir esto, que si para entrar en el consejo de administración de aquello. Atiende Ana: no te olvides de tu libro de cuentos y un cronómetro, porque es preciso que Anita haga cultura pensando en su previsible maternidad. Que lea los cuentos en voz alta y tu la cronometras. Sé inflexible, Ana, por el bien de nuestros nietos. ¿Que la lectura del cuento aquel del minino con botas o como se diga tiene que durar dos minutos, tres segundos y cuatro décimas? Pues ya me entiendes: tiene que durar exactamente dos minutos, tres segundos y cuatro décimas. Ni un aliento más, que luego los peques pasan de la disciplina. Sigues mi razonamiento ¿verdad? De aquellos polvos vienen estos lodos. Si no crecen en un orden estricto, se maleducan y ya se amorran al botellón antes de aprender a santiguarse con agua bendita. Por cierto, Ana, felicidades, estás en todo. Me parece estupendo que pasemos las próximas vacaciones estivales en Quintanilla y, a lo sumo, nos echemos una semanita de baños termales en Santander, sobre todo si la niña ya se halla en estado de buena esperanza. El Mediterráneo es versátil: mucho mar y poco paisaje adusto. Jolín, las cosas como son. En Mahón mucho queso y bisutería y un barquito de vela para salir a navegar. Todo esto está muy bien para la gente formada, como tu y yo, que aprendimos a separar el trigo de la cizaña a su debido tiempo. Pero un zagal, Ana, ha de crecer entre castellanos viejos si quiere templar su carácter. Fíjate en mí: yo soy un ejemplo, Ana. ¿Acaso crees que hubiera recuperado Perejil con la autoridad que lo hice, si no llevara sangre de conquistadores en las venas? Por eso y por la formación que me dio don Nuño Sanz, el maestro de primaria. Los genes, Ana, son de uno, pero se han de regar como las plantas de los tiestos. Luego, recoges el fruto. ¿Que uno, como es mi caso, tiene que dar la cara en Perejil? Pues se lía a hostias con el moro, Ana, aunque al día siguiente tenga que dejar la espada en el ropero para presidir un foro europeo por la paz. Yo lo he hecho a base de un temple moral de acero. Y conste que no soy una rara avis, no te vayas a creer que me las doy de Conde Duque de Olivares. Me considero "sí, sí, Ana, no me digas que no", un ciudadano corriente. En nuestro partido, sobre todo, hay muchos Sanignacios y muchas Santasteresas, que no han tenido la oportunidad de demostrarlo como yo. Pero todo se andará. Te lo digo de corazón, Ana, haberlos, haylos. Alejandro mismo es uno de ellos. ¿Que te has acostumbrado a verle, los domingos, con el paquete de pasteles, viniendo a comer a casa como un curilla de pueblo? Bueno ¿y qué? Al toque de clarín se volvería un león. Mírame a los ojos. Ana. Y dime: ¿Me forjé o no me forjé en la delegación de Hacienda de Burgos? Sí, okey, de acuerdo. Pues, ya ves. Yo, aquel husmea patrimonios, he conseguido lavar el honor español en colonias que, dicho sea de paso, lo teníamos bien jodido. Vamos a ver, qué otros títulos nos llevamos? Libros de Chesterton y Burleigh. A la vuelta de las vacaciones los regalas a la servidumbre, no sea cosa que el año próximo los volvamos a meter en la maleta. Jolines, Ana, ya sé que podría alegar que preparo una tesis doctoral sobre Chesterton. 'Por supuesto que sí! Empresas más arduas he emprendido con éxito. Pero no es de recibo que haga una tesis sobre un inglés y deje de lado un estudio a fondo en torno a lo hispano y lo poético. Bien sabes que cuando dejo de lado la logística militar, tengo una sensibilidad enorme para la poesía. Ahí están las obras de José Àngel Valente, en la maleta. Desde el Siglo de Oro para acá tenemos en España una lírica riquísima. Te lo digo yo, que he ojeado algunas cosas. Hay aquellos versos de «soldadito español/ soldadito valiente/ el orgullo del sol/ es besarte la frente», que me ponen un nudo en la garganta con sólo pronunciarlos. Como a cualquier bien nacido, por supuesto. Bueno, Ana, que pasen estos periodistas. ¿Qué me has dicho? ¿Chesterton, Churchill, Burg ... ¿Burg, qué? Burleigh 'La madre que los parió con la lengua trabada a estos europeos! Por cierto, ¿dónde me has puesto el álbum de El Coyote? Que no lo vean, Ana, que no lo vean, que igual lo toman por un Pérez Reverte. Y mira que es majo este chico, pero aún colea. Y en literatura, sólo me valen los muertos.
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